domingo, 16 de febrero de 2014

Revista VISTAZO , febrero 2014


Nota en revista Vamos

Ana von Rebeur

Sus favoritos

La reconocida escritora argentina, Ana Von Rebeur comparte los nombres de las obras literarias y musicales que más han marcado su vida.
La escritora y caricaturista argentina compartió con Vamos Mundo Magazine aquellas obras que han marcado su camino artístico.  Su humor, irreverencia y estilo único en un artículo para conocerla mejor:

“¡Ay que nota difícil! Desde los seis años leo todo lo que se cruza en mis manos hasta el papel de diario que envuelve los huevos y a la vez soy una lectora selectiva y difícil. Se me va la vida recorriendo librerías sin encontrar nada que me atraiga, aun cuando leer es mi actividad favorita.  Sin embargo, no muchos libros pasan mi testeo librero que es abrir cada libro de modo random  tres veces, en cualquier página: un poco por el principio por el final y luego por el medio. Si las tres veces me atrapa, lo compro. Pero no son muchos los que pasan este examen. Amo tanto la lectura que siento que la vida es muy corta para leer todo lo que quiero. Pero no me arriesgo a perder tiempo leyendo lo que no me atrape e interese mucho. Antes leí un libro malo hasta el final, con ese compromiso  chabacano de  “si lo compré, tengo que leerlo”. Ya no: si no me interesa de entrada, lo dejo.

No me gusta el espionaje, detesto el  género policial, no me engancha lo erótico ni romántico ni me atrapan las aventuras.  Me gusta la vida cotidiana contada entomológicamente (que es lo más difícil de hacer). Las crónicas del pasado (Los Viajes de Marco Polo, el diario de exploradores como Alvar Núñez Cabeza de Vaca, Darwin y Weddell) e investigaciones y trabajos de campo en  antropología y psicología.
Además, me gustan los libros que me hacen  reír.  Es mucho más difícil la comedia que la tragedia. Si yo te digo “ella estrechó en sus brazos a su bebé agonizante, que junto con su último aliento diría ese sonido tan esperado: “Má”, seguro conmuevo a alguien. Pues la acabo de inventar en un minuto. Pídeme  una frase que te haga matar de risa y me llevará  una hora y además no hará reír a todo el mundo. Lo que hace llorar, hace llorar a cualquiera.
 
Lo que hacer reír requiere que te identifiques con eso al  100%. El  drama es golpes bajos. El humor es golpes altos. Requiere más esfuerzo hacer humor. Y por eso me divierto bastante escribiendo y dibujando humor y  creando obras teatrales de humor. Me doy cuenta de que todo lo que leo de investigaciones lo vuelco a mis libros que combinan ciencia, psicología y  sociología con humor. Mis lectoras se dan cuenta de que tienen mucho que aprender  en cada uno de ellos mientras se va  divirtiendo mucho. Además, como mis libros son ilustrados atraen hasta a la gente que habitualmente no lee libros, pero que sí disfruta un buen dibujo divertido.
¿Por qué me gusta? 
En mis primeros años de vida mi madre trabajaba y me dejaba en casa de mi abuela. Mis abuelos tenían garaje, pero no tenían auto. El garaje era una enorme biblioteca con filas de tres libros en fondo en varios idiomas. Mi abuela siempre me pedía que fuera a buscar mi abuelo ahí para llamarlo a almorzar. Y mi abuelo tardaba siglos en salir de su garaje – biblioteca.  Mi abuela se enojaba con él y lo retaba. Y yo pensaba qué tenía de espléndido ese lugar sin ventanas del cual mi abuelo no quería salir ni para comer. Al poco tiempo lo supe: ahí adentro había libros. Cuando mi abuelo falleció, encontramos  diarios  íntimos  en los que confesaba  “estoy orgulloso: mi biblioteca está creciendo día a día”.  Mi abuelo coleccionaba  libros y revista internacionales en varios idiomas. Y yo de pequeña me crié ojeando las Realité, las Life, las Pageant, las alemanas Du y Der Spiegel y la National Geographic.
Mi abuelo el compraba la Cosmopolitan americana mi mamá para que ella practicara inglés, sin saber muy bien que ideas locas le metía en la cabeza  a su  hija. Así que  me crié entre libros, fascinada viendo todo lo que había para leer. Y luego a la que llamaban insistentemente para ir a  comer era a mí, que no quería salir del garaje. “Esta chica se pone a leer y se va de este planeta. Está en otro mundo. No registra más nada” se quejaban mis tías. Y así era. No se cómo aprendí a  devorar los libros de tapas amarillas de  la colección Robin Hood y luego la de Iridium. Leí todo Luisa May Alcott, L.M Montgomery el muy divertido Violeta de Whitfield Cook, que luego descubrí que es el preferido de varias directoras de bibliotecas nacionales.

Luego todo libro me sabía a poco y  empecé a leer a  Dickens y  Simone de Beauvoir a  los 11 años. Con los años me hice socia de varias bibliotecas y me leí de todo. Pero recuerdo con más cariño a Ray Bradbury y su peculiar mezcla de  ciencia ficción  y poesía.  Pero nunca me gustó mucho la ficción. Mi trabajo de autora de libros de auto superación me llevó a leer mucha ciencia, psicología y antropología. Me atrapan más las biografías,  testimonios  y ensayos. La realidad es tan intensa tal cual es, que no hay que inventar mucho para hacer buenas historias. Me gustan más las entrevistas que la narrativa. Hice un esfuerzo grande por leer ficción, pero no me llega.
De los grandes de la literatura me encantaron sus biografías, no sus textos.

Me hizo reír y llorar Paula y La suma de los días de Isabel Allende, Vivir para contarla de García Márquez y Mientras escribo de Stephen King. Pero no leí nada de ficción de ninguno de los tres. Siento que la realidad es más loca que cualquier ficción. Como autora  tuve  que suavizar historias reales apara que sean creíbles, porque si no parecían demasiado delirantes.

Una sola autora me marcó el camino: Erica Jong. Ella tiene un modo autobiográfico  repleto de humor para contar historias. Se ríe de sí misma de una manera muy efectiva y amena. Aprecio mucho a cualquier autor que me haga reír. Mientras tanto, escribo lo que me gustaría leer y que no consigo en ninguna parte.
Estoy convencida de que los libros salvan vidas, inspiran y te abren la cabeza. Y de que quien mucho lee, acaba escribiendo porque lo que te entra por los ojos te sale por los dedos… ¡o explotas de información! Quien escribe y quien lee jamás está solo. Quien escribe jamás muere. O por lo menos, no antes de 5 mil millones de años cuando el sol estalle y se convierta en una supernova y luego en una enana roja. Tenemos bastante tiempo para escribir aun.
Mi Cine

Hoy en día al cine le sobran demasiados minutos a mi entender. Es como que los directores estiraran el cuento más de la cuenta. Pocas películas tienen el justo largo que deben tener. Una de ellas, muy divertida, es El Día de la Marmota (The Groundhog Day) donde Bill Murray está condenado a repetir el mismo día sin parar hasta que aprende  algo de la vida. 

Una  película genial que  vi recientemente es Upside Down de Juan Solanas: una historia de amor con una inteligente metáfora del mundo actual y efectos asombrosos. Into the Wild de Sean Penn esta   exquisitamente realizada, cuenta una historia verdadera y una gran lección de vida. Me asombré mucho con el cine iraní, con las películas de Yafar Panahi  El círculo y El espejo. Me pareció excelente The Truman Show y son fabulosos los guiones de  Charlie  Kauffman como El Ladrón de Orquídeas y Being John Malkovich. Una película muy interesante  fue  Dirty Pretty Things con Audrey Tatou. Comedias románticas no soporto muchas, pero Love Actually es brillante y la saga de Richard Linklater Antes del amanecer es una  inteligente expresión de cine en tiempo real. Me negué a ver Avatar porque pensé que si todo el mundo hablaba de ella sería una tontería. Cuando la vi, quedé deslumbrada  y se derrumbaron mis prejuiciosos anti populismo. Antes, seguía locamente a Spielberg, Woody Allen  y Alain Resnais. Ya no. Ahora  solo quiero que me hagan reír y adoro los filmes de Mr. Bean, la canadiense La Gran Seducción y la francesa Didier, que te hacen llorar de la risa. Me interesan además las películas que me dejan pensando una semana después de haberlas visto como Erin Brockovich y El gran pez. Suelo volver a verlas.
 

Mi música

Leí que el ser humano,  entre todos sus  sentidos, es primero sensible al olor, luego al oído, luego a la vista, luego al tacto, luego al sabor. Mientras no tengamos aromas disponibles en el IPod, tenemos la música que te cambia el estado de ánimo en segundos. Me gusta la música que me recuerda buenos momentos de mi vida. Me  gusta la música con buen ritmo para  bailar, correr o andar en bici: me pone pilas que ni sabía que tenía.

Me gusta la música clásica, especialmente la barroca, la música celta como la de Clannad, el rock coral de Fleetwood Mac, el rock de Genesis, solistas mujeres como Alanis Morrisette y Juana Molina, coros  instrumentales como Acualactica, populares  argentinos como Jorge Fandermorle (que escribía para Mercedes Sosa),  dulzuras como James Taylor y mucho free jazz de Pat Metheny y Lyle Mays. Creo que me gusta la música sin tiempo, que no se pone de moda y que nunca morirá, y que por eso mismo jamás te cansa. Soy una  investigadora de sonidos nuevos,  por eso me gusta la música étnica, la de didgeridoo australiano, el gamelán balinés y las gaitas. Pero lo que más amo son los coros en cualquier país y cualquier idioma.

Viajé mucho siendo azafata y me traje miles de registros de coros y creo que los  grupos de rock que hacen coros siempre tienen más éxito que los que no. Yo misma soy contralto e integré varios coros. Es fantástico que  muchos seres humanos, por una vez, se pongan de acuerdo para cantar lindo solo con sus voces. Es un ejemplo de acción solidaria. La unión hace la fuerza.

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