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De Latercera.com, diario de Chile
Dibujantes reivindican el poder subversivo de las caricaturas políticas
Reunidos en Colombia, los integrantes de Cartooning por Peace se autodefinieron como "únicos perros guardianes de la democracia".
por EFE - 17/02/2010 - 14:40
Las caricaturas que lo iniciaron todo: la sátira a Mahoma.
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Algunos de los caricaturistas más prestigiosos del mundo, a menudo víctimas de la censura e incluso de amenazas, se han congregado en la capital de Colombia, Bogotá, para dejar claro que sus dibujos son "el perro guardián" de la democracia.
El Foro Internacional de Caricaturistas por la Paz y la Libertad de Opinión ha reunido a los integrantes de la Cartooning por Peace, organización que surgió a raíz de la polémica generada por las caricaturas de Mahoma que publicó el diario danés Jyllands Posten, cuyo autor, Kurt Westergaard, recibió amenazas de grupos islámicos.
Liderados por Jean Plantúreux "Plantú", del diario francés Le Monde, el colombiano Vladdo, el israelí Kichka, el belga Kroll, la argentina Ana von Rebeur, el estadounidense Daryl Cagle, el también francés Tignous, el ecuatoriano Bonil, la venezolana Rayma y el boliviano Trond, debaten hasta el viernes sobre las amenazas a la libertad de opinión a la que habitualmente se ven expuestos.
"Antes un dibujo era un papel con un lápiz. Ahora circula por la red y puede ser visto por muchas personas, lo que puede generar muchos conflictos", reconoce Plantú, mientras traza las líneas de lo que se intuye como un agrio censor intentando cortar la cabeza a su compañero, el colombiano Vladdo.
Tijeras que adoptan distintas formas y cuyo objetivo son editores más preocupados por los resultados económicos que por el periodismo, supuestos gobiernos democráticos, regímenes dictatoriales o extremismos religiosos de uno u otro signo.
"La censura es porque nuestras viñetas son tomadas con más seriedad de lo que nosotros le queremos dar. Pero si a alguien le molesta es porque estamos diciendo la verdad", opina Ana von Rebeur.
Pero la crisis que afecta a los medios escritos provoca que muchos editores opten por no ofender con un dibujo que levante ampollas; por ello, a juicio de Daryl Cagle, "prefieren chistes graciosos que no obliguen a pensar, lo que es muy frustrante".
Cagle, uno de los caricaturistas estadounidenses más influyentes, lamenta que incluso sean los propios dibujantes los que se autocensuren, aunque algunos, como explica la venezolana Rayma, acaban buscando conceptos sutiles para poder expresar lo prohibido, tal y como ocurre en su país, donde no está permitido dibujar al presidente Hugo Chávez.
"Un lápiz no es un arma de fuego", asegura Kichka, quien a diario combate la intolerancia y para quien las caricaturas han quedado como "únicos perros guardianes de la democracia", una afirmación que comparten todos los integrantes del grupo.
La seguridad y estabilidad nacional son también argumentos que muchos gobiernos usan para silenciar a las voces impertinentes, aunque el belga Kroll recalca que "la salud no es el silencio de los órganos. Si uno no siente sus órganos, no es que esté sano, está muerto".
"Lo políticamente correcto nos castra", subraya, a lo que el francés Tignous añade que "si fuera un dictador, dejaría libres a los dibujantes en lugar de encerrarlos, ya que la caricatura evita que el pueblo tenga ganas de guillotinar".
En cambio, el colombiano Vladdo sí cree que sus dibujos sirvan para despertar a la población "de esa indolencia en la que nada le afecta ni le importa".
Por ello, advierte de que "la caricatura, antes que humor, es opinión y es periodismo", aunque para despertar conciencias, como expresa Kichka en uno de sus dibujos, estos profesionales deban hacer correr ríos de tinta, en lugar de sangre.
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