lunes, 8 de septiembre de 2008

La maldición de los contestadores telefónicos

Hubo un tiempo hermoso en el cual cuando llamabas a alguien por teléfonos sólo tenías dos posibilidades: que te atiendan o que no te atiendan porque no había nadie.
Si te atendía, conversabas e intercambiabas toda la información que quisieras. Si no te atendían, llamabas más tarde. Así de simple era la cosa.
Con la llegada de la tecnología telefónica a fines de los años ´80, creíamos que la comunicación se simplificaba y optimizaría. Pero no. Primero llegaron los contestadores, que desde el principio tuvieron la solidaria función de que termines pagando vos las llamadas de los otros, que no te vuelven a llamar por que ya te dejaron un mensaje en el contestador. O sea que te obligan a llamarlo para saber por qué te llamaron. Tu cuenta telefónica aumenta a medida que la de tus amigos se reduce…¡Y eso se llama amistad!
Después llegaron los teléfonos inalámbricos, que sirven para perderlos debajo de un almohadón ( y todavía no sé por qué no les ponen un cable pegado a la pared para que no se pierdan ),y los celulares, que se pierden en cualquier parte obligándote a conseguir un segundo teléfono para llamarte a vos mismo para encontrar el infernal aparato…que más vale que esté encendido , o no lo encontrás más . El celular es un aparato que parece útil, pero es demasiado imperfecto. Ya se reirán nuestros nietos en el futuro cuando les contemos de la cantidad de mensajes de texto que creías enviados y luego aparecieron en “borrador” o que recibe el destinatario dos horas después de que estas charlando con el hace una hora. Tambien es absurda esa costumbre de comprarle celulares a los hijos para ubicarlo, justo en la edad en que no quieres que los ubiques. Entonces suceden cosas como que esperabas a tu hijo en casa a las 10 de la noche y son las dos de la mañana y no aparece. Lo llamás y te atiende el contestador, o dice que “el telefono esta apagado o fuera del área de servicio”, con lo cual imaginas que a tu hijo lo secuestraron y lo esclavizaron como prostituto en una whiskeria en la ruta en el Chaco. Presa de un ataque de pánico, llamás a sus amigos y no conseguís hablar con ninguno. A las tres de la mañana llegan a tu casa los cuatro nabos, que es cuando descubrís que uno tenia el celular sin baterías, el otro sin crédito, el otro apagado y el otro en función vibrador, y que por eso nadie se enteró que estabas llamándolos. Y eso, si tenés la suerte de que no rompan o extravíen un celular por mes.
Paralelamente a esto, nació una generación de contestadores automáticos puestos por las empresas telefónicas, que logran que la persona con quien hablás te interrumpa porque tiene otra llamada en espera, que la persona a quien llamaste no puede ignorar, por las dudas de que esa llamada entrante sea mucho más importante que la pavada para la cual llamaste vos. Hay otros maravillosos sistemas de opciones pregrabadas en los contestadores que- luego de que hablaste te invitan a la reflexión: “Si quiere escuchar su mensaje, presione 1, si quiere agregar algo más, presione 2 , si quiere borrar el mensaje y grabarlo de nuevo, presione 3, si quiere darle prioridad de urgente, presione 4 , y si no , corte y vuelva a llamar”. Y es muy loco, porque nadie usa ninguna de esas opciones. La opción 2, uno no la usa porque no sabe si llega a pegarse su mensaje agregado al anterior, o queda descolgado obligando al otro a escuchar la segunda parte de un mensaje ( medio mensaje) sin entender de qué cuernos estás hablando. La opción 1 no la usa, porque si uno fuera tan valiente para escuchar la grabación de su propio mensaje, jamás en su vida volvería a dejar mensajes. Grabados sonamos bastante más idiotas de lo que pensamos. La opción 3 tampoco la usa, porque es como si uno le reconociera al contestador que fue un idiota que no pudo dejar un mensaje decente y mejor borrar todo y empezar de cero. La opción 4 nadie la usa porque no podemos ser tan soberbios de pensar que nuestro mensaje es y será el más urgente de todos….¿y si el hijo del dueño del teléfono se enferma en la escuela y al padre no le llega la noticia porque la tapamos con nuestro mensaje urgente?
En suma, uno no usa ninguna de esas opciones, corta sin dejar nada grabado y resuelve llamar en otro momento o no llamar nunca más. Tengo una amiga que cuando me llama la atiende mi contestador, y cuando yo la llamo, hablo con el de ella. La cuestión es que de tanto dejarnos mensajes grabados, nuestros contestadores se enamoraron, intimaron y tuvieron chips. Lo notamos por nuestras cuentas telefónicas: si no se están llamando nuestros teléfonos solitos por su cuenta, no se explica como llegan con tanto gasto de pulsos. En periodismo ya se sabe que no hay que dejar mensajes en los contestadores porque te quedás sin hacer la nota. El probable entrevistado ya queda advertido de que lo vas a llamar y prepara su discurso para mentir mejor, o prepara el pretexto para no darte la entrevista. Así que vamos viendo que los contestadores no sirven para nada. Lo mejor es hablar con personas de carne y hueso. Con los contestadores lo mejor que se puede hacer es no contestarles.
Aunque no hay nada más lindo que llegar a casa y descubrir que alguien tuvo la inmensa generosidad y enorme calidez de dejarte un mensaje en el contestador automático. Con lo feo que es hablar con una máquina y ellos se animaron …¡Idolos!

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